El juego es la actividad más importante de los niños. Los niños
juegan, no solo para divertirse o distraerse, también lo hacen para aprender,
es su universidad, es el termómetro que mide su salud. El juego no es una
pérdida de tiempo, es fundamental para los niños. Un niño que juega está sano
física, mental y emocionalmente, mientras que si no juega está enfermo. (La Fundación Ireme Megías Contra La
Meningitis, 2006)
Es más importante que observes la apetencia de tu hijo por el
juego, que ponerle el termómetro, vigilar lo que come o hacerle análisis o
radiografías. Cuando los niños de cualquier edad están enfermos o deprimidos,
dejan de jugar, porque el juego implica una actitud activa y no pasiva, precisa
un compromiso físico, emocional e intelectual activo para comprometerse
libremente en el juego. El juego es por tanto el mejor indicador de la salud de
tu hijo, es tan importante como la comida y el sueño. Si tu hijo juega, duerme
y come suficiente, está sin duda sano.
Cuando juegan, los niños ejercitan su cuerpo en crecimiento,
aprenden a controlar y coordinar sus músculos, las articulaciones, los movimientos,
pero además, estimula la inteligencia y las emociones. Por eso, el juego tiene
que ser siempre entretenido, divertido, para que sea voluntariamente aceptado.
Con el juego los niños
adquieren experiencia al conocerse a sí mismos y al mundo que les rodea,
aprenden a ser imaginativos, a dramatizar, simulando ser otras personas, niños,
adultos o animales, aprenden a compartir, tolerar frustraciones, y a
representar escenarios y situaciones reales o irreales que les permitirán
acercarse al mundo de los adultos.
El juego es
imprescindible en todas las etapas de la infancia, lógicamente cambian el tipo
de juego y su significado. Existen casi infinitas formas de jugar, solo
limitadas por el espacio que tienen para desarrollar sus juegos, los recursos
que les proporcionan los adultos y por su propia imaginación. Por ello los
adultos deberían facilitar los medios para jugar, los materiales y el espacio
necesario para ello. (La Fundación Ireme Megías Contra La
Meningitis, 2006)
Los padres son los primeros compañeros de juego de sus hijos,
con ellos aprenderán a imitar sonidos a coger los juguetes que se le ponen en
las manos, a tirarlos y deleitarse con el ruido que provocan al caer, más tarde
a esconder y encontrar cosas. Poco a poco tu hijo aprenderá a jugar solo
durante cortos periodos de tiempo, cada vez podrá entretenerse más tiempo solo,
siempre que tenga objetos con los que jugar y espacios para ver; cuando puede
desplazarse gateando aprenderá a coger las cosas que le rodean con las que
puede desarrollar su imaginación.
En la edad preescolar
aprenderá a jugar con otros niños. El juego le permitirá ser cada vez más
independiente, que es el objetivo final de la educación, lograr que tu hijo sea
un adulto independiente, equilibrado y bien relacionado con su medio, metas
imposibles de conseguir sin el juego.
Los padres, muchas veces
influenciados por la industria del juguete, proporcionan a sus hijos solo
“juguetes educativos”, limitando el juego que permite aprender sobre el mundo
real, sobre sí mismo y sobre su entorno, y esto es tanto o más educativo. Es
muy útil y agradable para tu hijo, también para ti, que juguéis juntos,
revolcándoos por el suelo, modelando plastilina, cantando, bailando o jugando
al baloncesto. Esto no solo mejorará vuestra unión, también hace que tu hijo se
sienta mucho más feliz, a la vez que tú puedes recuperar la alegría del
recuerdo de tus juegos infantiles.
Algunos padres, quizás
tú, por motivos, generalmente de trabajo, no tienen tiempo de jugar con sus
hijos. ¡No saben lo que se pierden! Aunque descubran años después su error, ya
nunca podrán recuperar las sonrisas, las alegrías, las emociones y el progreso
de su hijo. Aunque sólo sea media hora al día, dedica tiempo a jugar con tu
hijo. No para ver la televisión, tampoco para ver como juegan otros niños,
muñecos o dibujos animados, sino para que te liberes de todas tus cargas y
obligaciones y juegues al escondite, a los indios, o a imitar a quien tu hijo
quiera. Y los fines de semana dedícale más tiempo. (La
Fundación Ireme Megías Contra La Meningitis, 2006)